Bueno, esta es una historia corta que me dio por escribir un día...a ver que os parece
Aliento helado...Corría, corría y corría. Corría para salvar mi vida, para ponerme a salvo…pero apenas llevaba huyendo cinco minutos y ya estaba cansada. En fin, nunca fui una gran atleta. Más bien lo mío eran los libros. Libros de fantasía, libros de amor pero, sobre todo, libros de vampiros. Por eso me costaba tanto creer que una de las grandes leyendas de la historia estuviera en una ciudad como la mía. Pequeña, sin nada que ofrecer y en una esquina del mundo.
Supongo que, en parte, yo tengo la culpa de esta situación. Llevo toda la vida soñando con vampiros, pidiendo conocer uno en cada oportunidad que tenía…y ahora me encuentro huyendo de él.
Cuando me lo encontré lo reconocí enseguida. Por su piel pálida, por sus marcadas ojeras violáceas, por lo frío que estaba el ambiente a su alrededor, por sus extraños ojos púrpuras-fruto de poner unas lentillas de color azul sobre unos ojos rojos como la sangre-, por su extraña manera de vestir…Me pareció un sueño, algo lógico cuando estás tan obsesionada como yo. Pero no lo era. Era un vampiro, un vampiro muy guapo cabría decir. Me quedé allí plantada, enfrente de él. Gran error. Debió de captar mi olor y parecerle delicioso. Por eso estamos así. Por mi escaso control sobre mundo que me rodea y, la gran mayoría de las veces, sobre mí misma.
Yo seguía corriendo, cada vez más lento, pero seguía en marcha. Me sorprendía mucho que aún no me hubiera alcanzado. Hasta los chicos normales de mi instituto me adelantaban. Eso me llevó a pensar que se debatía con su deseo de atacarme… ¡pobrecillo!
Espera, espera, espera. ¿Pobrecillo? ¿En qué diablos pienso? Intenta matarme, dejarme sin una gota de sangre en el cuerpo ¿y yo pienso que pobrecillo? Como veis, no tengo remedio. Estoy a punto de morir y me preocupo por lo que pensará el vampiro de sí mismo…
¡Oh, no! Fin de la partida. Parece mentira que haya vivido en esta ciudad toda mi vida. Voy yo y me meto en un callejón sin salida. Dudaba que el vampiro estuviera lo suficiente lejos para poder rectificar mi error…pero aún dudaba más de que mis pulmones aguantaran otra carrera como esa. Así que allí me quedé. Quieta como una estatua. Aguardando a la muerte. Eso sí, nunca imaginé que moriría a manos de un vampiro. ¿Sonará extraño si, después de todo lo que he contado, esta era la mejor muerte para mí? No, supongo que no. Pues sí, no es que quisiera morir tan joven pero, de todas las posibilidades de muerte que hay, que te desangre un vampiro era la mejor para mí. En fin…soy al revés del mundo. ¡Qué se le va a hacer!
Mientras yo estaba sumida en mis pensamientos por última vez, el vampiro llegó. Como era de esperar no tenía ni una sola gota de sudor en su frente. Entró en el callejón con paso elegante a la vez que cauteloso. Había un gesto de frustración en su hermosa cara. ¿Se odiaría a sí mismo por quitarme la vida aquí y ahora? Podía sentir el debate que tenía lugar en su interior. ¿Acabo con ella o no? Descubrí la respuesta cuando se acercó un par de pasos. Aún así, a pesar de haberse decidido, seguía en su rostro ese gesto de frustración y ¿dolor?
-Hazlo-le susurré. Apenas me había escuchado yo misma pero sabía que él si lo había hecho. ¿Qué por qué lo hice? Porque, una vez de morir, ¿por qué no aliviar el dolor de él? ¿Por qué no evitarle semanas, meses o años de sufrimiento? No podía soportar la idea de que él sufriera. Cosa absurda ¿no? Al fin y al cabo él iba a ser mi asesino.
El vampiro se acercó más a mí. Podía sentir su embriagador aroma nublando mis sentidos, una de sus mejores armas; excluyendo claro, los enormes colmillos ponzoñosos.
Me sorprendí mucho, y eso que ya pensaba que no podría volver a hacerlo, cuando en vez de dirigir sus colmillos a mi cuello dirigió sus labios a los míos, depositando un suave y dulce beso en ellos.
Luego de demorarse bastante rato en ese beso que me dejó sin aliento, se acercó a mi oído para susurrarme:
-Lo siento.
Lo último que recuerdo es su aliento helado en mi cuello.